Sabemos que en el suelo hay agua pero, ¿cómo se comporta?
La humedad del suelo es
un concepto esencial ya sea en cultivos intensivos, extensivos, huertos
ecológicos, las plantas de una casa y todo aquello que tenga que ver
con desarrollo vegetal. Todos nos imaginamos qué es, aunque hoy vamos a
profundizar algo más. Nos metemos en el suelo para ver cómo se comporta
el agua en su interior.
Partimos de la ley fundamental de toda
vida en el planeta cuya necesidad de agua es incondicional. Estamos
ligados a ella de una forma u otra y las plantas no son una excepción.
Podríamos pensar en los cactus pero necesitan agua como cualquier otra
(en menos cantidad) sólo que estos la almacenan y apenas transpiran para
que no escape. En el artículo publicado hace tiempo por Eduardo, nos
contaba al detalle cómo influye el agua en el crecimiento de las plantas y cómo se debe regar.
Una vez comentada la importancia, el
medio habitual de absorción de agua por parte del reino vegetal, es el
suelo. El agua contenida en él. Esto nos lleva al término humedad del suelo. ¿Qué humedad del suelo debo tener para las plantas? Esta es una pregunta demasiado amplia y la respuesta como siempre es: depende. Depende de la especie, las condiciones, el tipo de suelo, su estructura, su composición, pero sobre todo de lo primero: de la especie. La planta es la que nos determina su tolerancia a mayor o menor cantidad de agua en el sustrato. Sus raíces son las que se pudren o no, dependiendo de qué planta hablemos.
suelo. El agua contenida en él. Esto nos lleva al término humedad del suelo. ¿Qué humedad del suelo debo tener para las plantas? Esta es una pregunta demasiado amplia y la respuesta como siempre es: depende. Depende de la especie, las condiciones, el tipo de suelo, su estructura, su composición, pero sobre todo de lo primero: de la especie. La planta es la que nos determina su tolerancia a mayor o menor cantidad de agua en el sustrato. Sus raíces son las que se pudren o no, dependiendo de qué planta hablemos.
Mencionando dos extremos: la raíz del
cactus es muy poco tolerante a un exceso de humedad y se pudre
enseguida. A más de uno le habrá pasado que ha regado un cactus más de
la cuenta y finalmente ha muerto. Y por otro tenemos el nenúfar o
plantas afines de pantano, que viven literalmente en el agua sin
inmutarse. Su estructura vegetal está diseñada para no “ahogarse”. Por
tanto, el término humedad del suelo adecuada, es muy variable en el
mundo vegetal.
¿Cómo definimos la humedad del suelo?
Es sencillo pensar que la humedad del
suelo va a ser simplemente el agua que contenga el suelo, sin más. Tal
afirmación es cierta, pero algo sesgada desde la visión agronómica.
Hemos de definir en qué momento se mide la humedad del suelo. En un
suelo muy arenoso, justo después de una lluvia, la humedad será alta,
pero ¿cuánto dura eso? El agua se drenará igual de rápido que ha caído y
dejará de ser disponible para las plantas en cuestión de horas o
incluso minutos. Lo interesante es ver qué capacidad tiene es suelo para
retener ese agua y que sea disponible para las plantas y además, que
éstas últimas toleren el agua retenida. Esto lleva a pensar, cómo se
queda el agua atrapada en el suelo, qué fenómenos tienen lugar.
¿Cómo se encuentra el agua en el suelo?
En primer lugar y lo más sencillo:
El agua libre: Es la
fracción de agua que se encuentra alojada en los poros de mayor tamaño
del suelo sin ninguna fuerza molecular que le impida moverse libremente
(de ahí lo de libre). La fuerza de la gravedad es la que hace
desplazarse este agua hacia capas más profundas del suelo relativamente
rápido. El ejemplo más extremo es pensar en la arena de playa. Los
huecos entre partículas arenosas, son muy grandes. El agua percolará
rápidamente por efecto de la gravedad. Este agua se pierde rápidamente
por el drenaje del suelo. La deducción directa es que este agua no
estará disponible para las plantas.
Fenómenos de capilaridad. Más de una vez hemos oído hablar de la tensión superficial del agua. Cuando vemos un Gerris lacustris (comúnmente llamado zapatero) caminar sobre el agua, estamos ante un fenómeno de tensión superficial. Es decir, la fuerza que ejerce el insecto sobre el agua, no supera a las fuerzas de unión de su tensión superficial. Esta misma tensión superficial existe en el agua del suelo y provoca movimientos por capilaridad en el suelo. Para esto, la estructura del suelo debe ser muy distinta a la de un suelo arenoso. Los poros o espacios entre partículas deben ser mucho más pequeños (microporos) que en un suelo arenoso (macroporos) y esto permite que las fuerzas de tensión superficial retengan ese agua. Desde el punto de vista nutricional, esta es la fracción de agua del suelo que nos interesa. La mayor parte del agua capilar es la que las plantas pueden absorber sin dificultad. Estas fuerzas de unión no son muy intensas y las raíces pueden vencerlas para absorber dicho agua.
Por otro lado tenemos el agua que forma parte de la materia orgánica alojada
en el suelo. Los compuestos orgánicos tienen agua en su constitución
molecular, salvo que esta tampoco está disponible. Lo mismo ocurre con
el agua adherida a las partículas del suelo. Su unión
es tan fuerte que tampoco estará disponible. Estas dos fracciones de
agua del suelo no tienen prácticamente importancia. Primero porque son
fracciones muy pequeñas, y segundo, porque no están disponibles para la
planta. Pero existen y hay que mencionarlas.
De aquí podemos deducir que de todas las formas de agua presentes en el suelo la que nos interesa es la capilar:
Contenido en humedad del suelo =Agua libre+ agua capilar +agua molecular y adherida (higroscópica)
Teniendo en cuenta que las dos últimas
fracciones son poco significativas y que el agua libre se drena
relativamente rápido, podemos establecer que la capacidad de
retención de agua de un suelo, corresponde en su mayor parte al agua
capilar. Y de esta, una buena parte estará disponible para las plantas.
Ya tenemos nuestra definición de humedad del suelo, desde el punto de
vista de interés agronómico. Y de aquí, se deducen dos términos muy
utilizados en el mundo agronómico que nos indican el intervalo para el
cual la planta se encuentra con niveles adecuados de humedad o agua
disponible. Este intervalo es el que nos determinará en gran medida, los
intervalos y las frecuencias de riego.
- Capacidad de campo: Es la cantidad máxima de agua que un suelo puede retener después del drenaje del agua libre. Si tenemos en cuenta lo descrito anteriormente, la fracción de agua correspondiente a la capacidad de campo será prácticamente equivalente al agua capilar.
- Punto de marchitez: Es el momento en que no existe agua disponible para las plantas y éstas comienzan —como bien indica el término a definir— a marchitarse
¿Y cómo medimos la humedad del suelo?
Este es un punto difícil. La cantidad varía mucho en el suelo. Como bien sabemos la homogeneidad de un suelo brilla por su ausencia casi siempre. Los métodos más exactos suelen ser métodos de laboratorio, cámaras de presión, gravimetría etc. que determinan los puntos de marchitez, capacidad de campo etc, de una muestra de suelo homogeneizada. Estos métodos nos dan los valores más exactos y de referencia, pero muchas veces necesitamos saber los valores aproximados casi en tiempo real, con el fin de actuar en consecuencia con nuestros cultivosLa medición “in situ” se realiza principalmente por tensiómetros o actualmente por métodos eléctricos. Los medidores de humedad actuales son capaces de determinar en segundos, los valores de capacidad de campo (Field capacity en inglés) y Punto de marchitez (Wilting point). Los ponemos en inglés porque la instrumentación suele venir en este idioma.
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